Una inmensidad de mares.
Una inmensidad que oprime sin causar dolor sólo puede ser la gravedad de los días que pasan. Al levantarte flotando, al caminar por las conocidas calles rodeado de desconocidos y de pronto te encuentras con aquel banco del parque dónde te sentabas a esperar al amigo o al amor.
Te sientas de nuevo a un lado del banco mientras acaricias los recuerdos de una sonrisa.
Una inmensidad de sonrisas.
Una inmensidad de sabores dentro de un cucurucho de papel lleno de chucherías sólo puede ser un poema.
Miras el cielo y respiras el aire hirviendo que llena los pulmones a través de las hojas de los árboles mudando el color.
Una inmensidad de cielo.
Una inmensidad de cielo sólo puede ser pequeños cristales reflejando oasis. Espejismos deliciosos del alma cuándo se siente libre.
Más allá, en los acantilados, oyes las olas que remueven corrientes submarinas susurrando los nombres primitivos de un adormecido origen.
Sólo el faro solitario es la única referencia que puede afirmar que entre el mar y tu hay existe la tierra .
Nada es real sino verosímil. Tan sólo hay que dar un primer paso, un pie sobre el agua, después el otro y caminar, caminar sobre el mar.
Y sentir.
Una inmensidad de espuma, una inmensidad de mar.