Hace unos años fui Grecia, a Atenas. Fue un impulso de querer encontrar no-se-qué. Después de una larga semana me volví con un estraño vacio intentando descubrir las piedras bajo las piedras.
Ahora sólo han sido cuatro dias por tierras de Girona y no he tenido que levantar ninguna piedra. Vuelvo con una tarta de chocolate en el corazón, dulce, muy dulce.
Han sido apenas cuatro dias, llenos, muy llenos, de paseos, de lluvia, de bosques, de mar, de acentos y de palabras, también de llamadas y voces amigas y queridas a quienes no he podido ver pero sí oir y sentirlas igualmente cercanas. También de reencuentros esperados e inesperados y nuevos y agradabebles encuentros.
Me he sentid como en casa, porque así me lo han hecho sentir.Una casa que no és un espacio físico sino una estancia de sonrisas y caricias. La caricias de la grata compañía. He descubierto que una familia es quella que tu escoges o aquella que te escoge a ti. He aprendido que un lavavajillas es un gran invento. Que los amigos nunca llegan tarde o pronto, que llegan quan han de llegar y que se siente enseguida y que para querer no hace falta gran cosa, simplemente hacerlo.
Las ciudades i lugares viven cuando los vives con alguien. Se que Girona es también mi casa porquè así me la han hecho sentir y así la he vivido.
Me sentaré sólo un momento con los pies colgando y me dejaré acariciar de nuevo. Con los zapatos negros mirando des de el acantiladao la mar brava, hoy serena. Tranquilo y feliz , muy feliz porqué sé que nunca me quedaré sin cobertura.