He abierto las ventanas de casa de par en par. La luz de la mañana poderosa entra aclarando poco a poco todos los rincones y el viento matinal barre y renueva la espesura.Es una simple acción casi rutinaria. En la habitación la cama todavía está para hacer, libros dejados en la mesilla de noche, el estudio parece un caos ya insoportable a punto de estallar en un big-bang de resultados imprevisibles. Un montón de ropa hace cola impaciente para que le llegue la hora de ser planchada y cuidadosamente plegada y guardada en los armarios. Muchos escritos por acabar, muchos más todavía apenas empezados, y un pequeño pellizco en el corazón.
Tengo que hacer un viaje, un viaje largo, un viaje de soledad.
No se puede tener veinte años ya no los tienes, no és igual, la vida no puede tener o suponerle la misma ingenuidad ni los mismos juegos, y tampoco seria esta la cuestión. Tenemos que saber complacernos con lo que nos hace falta en cada etapa de nuestra vida. Y no me digáis que la juventud no tiene nada que ver con los años. La juventud tiene que ver, y mucho con los años. Lo que pasa es que tendemos a unir de forma excluyente alegría con juventud, empuje con juventud y la tristeza con la senectud. En parte puede que haya una brizna de certeza pero en todas las cosas existen unos márgenes infinitos por donde poder navegar. La alegria, la fuerza y la tristeza como muchos otros sentimientos existen más allá de nuestra voluntad, son totalmente libres, y eso sí, mutables. La alegria espontánea de un niño, será más tarde una alegría salvaje en el adolescente y después una alegría reflexiva y apacible en la madurez. Ese es el camino natural de las cosas y de los sentimientos. Aceptar cuál es el momento en qué nos encontramos y cuáles son los matizes que nos corresponden en nuestro autodesarrollo es saber ser feliz. Querer ser aquello que ya hemos sido produce un desequilibrio entre lo que somos y lo que deseraríamos ser.
Me gustó mucho un comentario del amigo Tristany en respuesta a un post en que yo le daba vueltas al amor y el sexo o al sexo y el amor. Me hizo pensar mucho, e hizo que mis ojos se abriesen de la misma manera que cuando sientes que alguna cosa te incomoda y de repente encuentras cuál ha sido la causa, la observas y dices: ¡Ah, es eso, ya ves que sencillo y yo calentandome la cabeza!
“.. se que ya casi no me gusta nada (nadie), me parece que estoy acabado, (yo por el contrario creo que sí sabes muy bien que te gusta y me parece que estás muy vivo) ... suerte tengo de mi plantación de tomates, que es la ilusión de mi vida y el vínculo indestructible que me liga a este mundo terrenal, que Dios tuvo a bien inventarse con la elogiable intención de que llenáramos toneladas de papeles intentando explicar lo inexplicable. Creo que Dios perdió el libro de instrucciones el quinto día de la Creación y entonces lo acabó con una “esperdenya” y un zapato y ahora nosotros tenemos un trabajo de cojones para intentar ver cómo funciona la cosa..”
A veces no hace falta buscar en los libros para encontrar respuestas. Éstas son muy fáciles, sólo tenemos que saber dónde nos encontramos. Un simple ejercicio de sincronía.