domingo, noviembre 20, 2005

A la taverna del mar

“Aún brillaba el sol voluptuoso de final de verano. El murmuro de las olas de un mar en calma acariciaba mi joven cuerpo mientras el día perezeso empezaba a marcharse de una playa aislada y tranquila dónde aún yacía la dejade de los sentido. Le había obervado de vez en cuando al darme la vuelta con los ojos entreabiertos. A pocos metros, al levantarse y pasear por la orilla,buscando conchas y mojandose los pies. Había observado sus ojos recorrer cada gota de mar que acariciaba mi cuerpo lleno de vida cuando salía después de bañarme. El suyo, en cambio, trabajado por el tiempo se protegía debajo de una sombrilla.
No negaré que al principio ciertos sentimientos de repulsa recorríeron mi mente inmadura y orgullosa, la de un cuerpo fuerte y esbelto que se crre inmortal en una belleza perdurable, en el espejismo natural de la adolescencia.
Poco a poc pero, ese sentimiento de rechazo dio paso a la curiosidad y la curiosidad a la reflexión. Me vi reflejado por primera vez en el espejo del tiempo, bajé del Olimpo y descubrí la mortalidad, la mía. Yo tambien sería algún día viejo. Y mi cuerpo ahora deseado acabaría siendo tan sólo un recuerdo de papel en un album de fotos, pero mi mente seguría aún entonces deleitandose y deseando la belleza, la juventud y el poder que poseí tiempo atrás y que vería reflejados en otros cuerpos convertidos en mitos intocables.
A una mirada respondí con una sonrisa. La invitación al acercamiento. Con ella se rompía la barrera invisible que havía impedido qualquier paso. Cúando destuyes los muros de defensa que construiste des de el descomnociemiento y la soberbía aprece el trato humano i así ocurrió con una persona amable, savia, serena y sensible que se dejaba contagiar por la alegria de mi juventud y mostraba lo que también fue en otro tiempo.
Ahora se que no era mi cuerpo lo que buscaba, ni mi juventud, sino aquella que fue suya, el recuerdo de lo que fue y de loq ue siempre seremos.
Dejé acariciar mi cuerpo mientras me ponía crema solar. Noté sus manos temblorosas. Cerré los ojos y no sentí rechazo. Sólo sentí un juventud perdida, una juventud que también yo perdería, una juventud que también yo añoraría, porqué la belleza es inmortal i a pesar de que nuestros cuerpos envejezcan no lo hacen nuestros ojos, ni nuestro corazón.”

De netre los muchos convencionalismos y prejuicios que existen en nuestra sociedad siempre he sentido una tristeza enorme en aquellos que afectan a las persones mayores. El rechazo social generalizado a los mayores sobretodo en cuestiones relacionadas con el deseo es algo habitual y que me remueve al oir frase esteriotipadas como “viejo o vieja verde” . Todos y todas seremos algún dia viejos, mejor dicho nuestros cuerpos seran viejos, pero lo que experiementamos y sentimos la observar la belleza seguirá siendo igual. Entre tantos prejuicios el de la sexualidad en la gente mayor se llega incluso al rechazo y a la condema moral. Creo que condenar todo aquello que es humano es condenarnos a nosotros mismos.
Por supuesto no hablo de imposiciones ni de engaños, de eso hay en todas las edades. Cualquier acto que no se libremente elegido entre las personas que lo realizan deja de ser humano i se convierte en un ataque totalmente rechazable a la intomisión sobre la propia individualidad y por tanto libertad.
Este texto es un relato fictició, una relación sobre la vejez, después de ver “The Mother http://www.zinema.com/pelicula/2004/themothe.htm de Roger Michel, película que os recomiendo.