viernes, febrero 24, 2006

Creer

Preguntarse uno mismo si cree en algo resulta un ejercicio temerario, al menos para mi, sobretodo debido a la posible respuesta. Tanto miedo me produce poder responder firmemente que no creo en nada como que creo en algo ciegamente. De hecho tanto una como otra respuesta me parecen un intento de huir del limbo, un intento de llegar al cielo o al infierno. La dificultad pero se haya en poder averiguar cual de las dos respuestas abre las puertas del cielo o del infierno. Un ejercicio éste demasiado complicado para aquellos que no tenemos la sabiduría necesaria para llevarlo a cabo.

Así pues, pienso que lo mejor es dejar que las palabras de aquellas personas que han indagado en la naturaleza del ser humano a trabes de múltiples caminos y sendas y que han hecho de su vida una búsqueda constante del entendimiento nos muestren al menos las posibilidades, si las hay, de responder a la pregunta más sencilla y huidiza: Quien y què somos. Dejo pues para la reflexión más íntima de cada uno las primeras palabras con que me encontré la primera vez que abrí el Libro del Desasosiego de Fernando Pessoa, un genio sin duda de las palabras y del pensamiento. Palabras que por mucho que las lea una y otra vez siempre me producen el mismo efecto: una especie de desasosiego. Tal vez ésta sea la respuesta. Tal vez vivir sólo sea eso, un constante desasosiego.

“Nací en un tiempo en que la mayoría de los jóvenes habían dejado de creer en Dios, por la misma razón que sus antepasados habían creído en él- sin saber por qué. IY entonces, como el espíritu humano tiende naturalmente a criticar porque siente, y no porque piensa, la mayoría de estos jóvenes escogió la Humanidad como sucedáneo de Dios. Pertenezco, pero, a aquella especie de hombres que están siempre al margen de aquello a lo que pertenecen, y no ven sólo la multitud de la cual forman parte, sino también los grandes espacios que hay a su alrededor. Por eso ni abandoné a Dios tan ampliamente como ellos, ni acepté nunca la Humanidad. Consideré que Dios, siendo improbable, podría ser, y podría por tanto ser adorado; pero la Humanidad, siendo una simple idea biológica, y que no significaba nada más que la especie animal humana, no era más diga de adoración que cualquier otra especie animal. Este culto de la Humanidad, con sus ritos de Libertad e Igualdad, me pareció siempre una reminiscencia de los cultos antiguos, dónde los animales eran como dioses, y los dioses tenían cabeza de animal.
Así, no sabiendo creer en Dios, y no pudiendo creer en una suma de animales, me quede, como otros al margen de la gente, en aquella distancia de todo que comúnmente se llama Decadencia. La Decadencia es la perdida total de la inconsciencia; porque la inconsciencia es el fundamento de la vida. El corazón, si pudiera pensar, se pararía.”

Así empieza el primero de los apartados, autobiografía sin hechos, que componen esta extensa e inacabada obra de Bernardo Soares, un ayudante contable en la ciudad de Lisboa, autor ficticio de este libro, el mas Pessoa de todos sus heterónimos. Un universo en constante expansión, mutable en cada lectura. Un libro que se puede leer de cualquier manera, de una tirada, a trozos, linealmente o a l’azar y que nunca te deja indiferente. Sino todo lo contrario te empuja frenéticamente a la reflexión y la riqueza del pensamiento.

PD. La traducción al castellano está hecha por mí, puesto que el libro es una versión en catalán. Supongo que habrá una traducción en castellano.