lunes, julio 25, 2005

Uno,dos,tres...de cara a la pared


No hay días sin sol aunque éste juegue con las nubes. Un, dos, tres ... de cara a la pared.
En el cajón siempre estará aquella camisa que tanto te gusta y que tan bién te sienta.
Te despiertas de pronto cuando ya la luz se adentra en la habitación a través de las rendijas de la persiana, como cuando eras pequeño y los sabados por la mañana podías quedarte un poco más en la dejadez de la cama.
La calle despertaba más tarde de lo habitual y los pájaros cantaban de manera diferente. Las mujeres iban a comprar el pan mientras los hombres tomaban el vermut en el bar inmersos en el sonido apacible y tranquilo que anunciaba el fin de semana en el cual no hay nada que hacer y el tiempo camina a medida.
Aún medio dormido te levantas tropezando con la mesita y tambaleandote te dejas acariciar por el agua de la ducha. Te miras al espejo y te das cuenta que hace semanas que no te veias. Pasas la mano por tu rostro i te rascas la barba de días. Te afeitas y te pones el perfume aquel que compraste. Desnudo como eres, como siempre fuíste, como siempre serás, intentas conocer aquel cuerpo y a aquel que mira. Sólo son unos segundos, sabes que después tu mente volverá a llenarse de pensamientos, de dudas, de obsesiones y de cosas, y si ya no están los que hubieron, buscaràs otros nuevos.
Hace calor, con el cabello mojado desayunas. El periódico y el olor del café. Desde cierta distancia miras la camisa que tan bien te sienta, los pantalones, los sapatos. Cada función tiene su vestuario. No sabemos vivir sin dioses ni sin mitos. Nos hacen falta rituales y ceremonias.
Te miras de nuevo en el espejo y te gusta. Sonries. Y piensas: sí, me sienta bien esta camisa. Miras la pared y te acercas: uno, dos, tres ... de cara a la pared, y te giras y nada se ha parado. Las mujeres van a comprar el pan, los niños juegan en la calle, unos hombre hablan en la esquina y hasta los pájaros siguen cantando tan bonito.