martes, agosto 02, 2005

Dependencias

Y es que no hay droga mas dura
que el amor sin medida
y es que no hay droga mas dura
que el roce de tu piel.
Revolver

Las personas somos animales de adaptación. Pero a diferencia de las otras especies no solemos adaptarnos al medio sino que al contrario somos nosotros quienes lo adaptamos a toda una serie de hechos culturales y grupales.
Solemos reflexionar sobre nosotros mismos inmersos en el término “generación”, un espació temporal que no sé muy bien a que directrices responde, pero al parecer 10 años es el tramo que nos diferencia y nos marca a unos y a otros.
A pesar de ello este estudio sociológico por décadas es más bien reciente, de hecho pertenece al siglo XX. Antes sólo algunos campos del arte como la literatura había utilizado este término pero nunca con un alcance tan amplio que envolviera a todas las personas cuyo rasgo en común se basa en el hecho que su adolescencia y o juventud se desarrolla en este periodo.
Es sobretodo a partir de los años 60 con la aparición de un movimiento social como el hippy cuando se empieza a hablar de generaciones. Un movimiento marcado por un hecho excepcional y nuevo en el estudio del comportamiento humano como es la música. La música y la forma de entenderla amplia y desarrolla toda una serie de conductas y maneras de vivir, de vestir, de modos y cuya influencia abarca otros campos del arte como la pintura, la arquitectura, el cine, la moda...

Mi generación fue la de la transición y el comienzo de la democracia, la generación de la libertad sexual, de la “movida”, del antisistema, de la diversión y de la trasgresión. El mercado y los mass-media aún no habían desarrollado toda la maquinaria suficiente para engullir, manufacturar y producir comercialmente todo aquello que suponía ser nuevo y diferente.
Cualquier cosa, por pequeña que fuera, que hacías fuera del margen establecido comportaba una carga ideológica y te hacía sentirte parte de un grupo especial y único. Ser objetor de conciencia era entonces algo más que librarte de hacer la mili. Fumarte un porro a escondidas era todo un ritual que contenía muchos matices más allá del simple hecho de colocarte y pintarte la ralla de los ojos o el cabello era una autoafirmación de la propia personalidad. O al menos eso creíamos...

Creo que hay un tiempo para experimentar, un tiempo de búsqueda, de descubrimiento y eso está bien, incluso creo que es positivo y bueno. Pero algo falla o falló...
Por el camino se ha quedado mucha gente y siguen quedándose o bien se encuentran anclados y aislados en una burbuja que se ha convertido en su único mundo irreal. Del descubrimiento y la experimentación se pasó a la dependencia y es aquí, en este punto, dónde todo se viene abajo, donde dejas de ser tú y ya no hay nada que descubrir o aprender y los días se convierten en un estado de sonambulismo constante y repetitivo.
¿Cuándo la droga asume el papel de vida y reemplaza la persona? No lo sé. Sí sé que ocurre, y que cualquier cosa es una droga dura en potencia. El café, la televisión, la moda, el sexo, el amor o la soledad.
Uno puede terminar dependiendo de cualquier sustancia o estado y afrontar la realidad en que te encuentras no es nada sencillo ni fácil.
No hay una droga más dura que otra, hay momentos en que somos más débiles que otros y creo que es en esta debilidad dónde se encuentra el punto de inflexión en el cual puedes caerte al vacío o no. ¿Cómo saberlo o cómo afrontarlo? Tampoco lo sé, pero no me valen las teorías que afirman que la adolescencia es un periodo de cambios fluctuantes e impredecible.
Tal vez deberíamos (re)estudiar y (re)descubrir cómo era ese paso por la juventud en otras culturas y en otras épocas porque quizás también un tiempo pasado sí fue mejor en algunas cosas.