sábado, agosto 06, 2005

TRASPARENCIAS ( VI ) Amigos

Los tres amigos aún pudieron estar unos minutos a solas mientras el médico se despedía de la familia de su primo Pero las palabras no querían salir. Quizás tampoco era necesario. Compartían en silencio la tristeza y la esperanza y, en algún rincón de sus corazones, hacían hueco para el recuerdo que habría de perdurar para siempre, saltando obstáculos que los hombres se empeñaban en poner basándose, sobretodo, en la ignorancia.
Una fina y blanca luz acunaba el camino de Perpinyà en aquella noche de esperanza. Y, más allá, cuando el sol se alzase por aquel horizonte de tierras planas y de neblinas, tal vez alguien encontraría el sueño que había estado esperando toda la vida.

L’esclau de Mercadal.

Cerró el libro con esmero. Le gustaba acariciar los libros, un manojo de hojas de papel llenas de palabras. Pasar el dedo por el borde de la cubierta, mucho más gruesa que el resto de hojas, dibujar con el dedo la forma rectangular, por el lomo y después con un chasquido remover las hojas rápidamente para que producieran un suspiro de viento.
Miró el chiquillo adormecido sobre sus piernas. Le rozó tímidamente el cabello con miedo de no despertarlo y también se dejó llevar por el aliento de Morfeo.

Había un chico que no jugaba nunca con los otros. En el recreo que solía ser a las 11 de la mañana, los niños jugaban al fútbol, a “churro va” o a “pic i maneta”. Mientras jugaba observaba de vez en cuando aquel otro niño sentado en un rincón del patio con el almuerzo envuelto en papel y dentro de una bolsa de plástico. Era largurucho y más bien flaco, con el cabello negro y largo que a la altura de las orejas tomaba la forma de ola hasta volver a caer otra vez hacía las mejillas y que le daba un cierto aspecto de la sota de la baraja de cartas. Los otros niños decían que era extraño, le lanzaban bolitas de papel con un tirachinas fabricado con una goma y un boli. Le escondían la cartera, incluso los más osados hacían bromas intentando ridiculizarlo. Pero a él, eso, parecía no afectarle.

Un día al salir al patio se quedo plantad. Los otros niños de la clase le llamaban:

-“¡Venga va, Joan vamos a jugar! Va, tú de portero!”

Joan veía a sus compañeros que lo llamaban, como todos los días. Pero aquel día Joan dio media vuelta y se encaminó hacía aquel rincón dónde se sentaba aquel niño tan extraño. Los demás niños miraban sorprendidos y algunos incluso mostraron una sonrisa de burla. Aquella decisión sabía que le reportaría el desprecio e incluso el aislamiento, pero se sentó allí, con el almuerzo que le había preparado su madre, justo en aquel rincón dónde el sol de primavera se hacía sentir tan placidamente.

- “Hola” – dijo Joan.
- “Hola, me llamo Manel”- le contestó el niño.
- “Sí, ya lo sé.Tú vives en la calle de arriba, cerca de mi casa”- le dijo Joan.

Los dos sonrieron, almorzaron y dejaron que el sol los acompañase aquella mañana mientras veían como los otros niños jugaban al fútbol. Joan sabía que nunca más volvería a hacerlo. Ya no le dejarían volver.


Se hicieron grandes amigos, y con Manel descubrió otro mundo de diversión. A Manel le gustaba disfrazarse. Cualquier día ,sin esperarlo, aparecía en su casa disfrazado de pirata y se subían al barco que era el tejado de la casa a navegar junto a las gallinas y conejos que sus padres criaban. También iban al rió, a las acequias, cogían ranas y serpientes y les hacían casas. A Joan no le gustaban las serpientes, le daban miedo, pero Manel tenía algo especial con los animales y no le hacían nada, al contrario pues parecía ser que hasta entonces sólo ellos habían sido sus amigos.
Con Manel, su pueblo, se mostró cómo un mundo nuevo. Descubrieron cuevas y riachuelos, pendientes y bosques y lo más importante, que se podías reír con alguien y no de alguien, que los amigos ríen juntos como más tarde los amigos también lloran juntos.

Un día des de lo mas alto de la montaña vieron ponerse el sol sobre las montañas vecinas iluminando las riberas del río y mientras aquellos dos niños reían una fina y blanca luz acunaba el camino en aquella noche de esperanza. Y, más allá, cuando el sol se alzase por aquel horizonte de tierras planas y de neblinas, tal vez alguien encontraría el sueño que había estado esperando toda la vida

A mi amigo Manel que siempre estará conmigo cuando río.
A mis amigos Isnel, Omar y Frederic que a pesar de la distancia también suelen estar conmigo cuando sonrío.

PD. Pido disculpas a la autora del libro “L’esclau de Mercadal” por haber osado traducir libremente, y seguramente con poco acierto, la parte que encabeza este post, pero sé que sabrá perdonar la osadía de un niño :)

Hoy es un día de celebraciones, una triste y desafortunada celebración. Hace 60 años de Hiroshima y Nagasaki. Este post y el libro que lo ha inspirado és una apuesta por la amistad por encima de los obstáculos que los hombres se empeñan en poner basandose, sobre todo, en la ignorancia.