miércoles, mayo 18, 2005

El hombre que quería volar

Hoy he ido a ver a mi amigo de la estación. Para quién no lo conocéis, es un viejo amigo. Cúando empeze a contruir esta estación él ya estaba allí, pasaba y veía como iban las obras y desde el primer momento me acompañó en mis primeras salidas.Me conoce muy bien, no demasiado bien, sino con justa justa medida con que los amigos se conocen . Así pués con sólo una leve mirada ya sabe qué pasa por mi cabeza.Como siempre estaba sentado en su banco preferido. Nos hemos mirado y hemos sonreído como sin bubiera sido ayer. Después de intercanviar unos minutos de amable silencio y algunos comentarios sobre la gente y los trenes que salen y llegan mientras se liaba un cigarrillo ,se ha girado y me ha dicho:

-"¡No te estranyes hombre! Sólo cuándo en aquéllos que creen que ya han llegado a la última parada y que más allá de la linia que marca el horizonte de su tiempo ya no hay más parajes ignotos, sólo entonces podemos decir que en estos cuerpos antes hubo un hombre. Y por lo visto en ti noto aún como te perturba el ànsia de volar".-

Asentí con una media sonrisa de bobo. Que fácil es ver las cosas cuándo tienes la mínima paciencia para observar.

-"Te contaré la historia de un hombre un poco extraño que conocí hace ya algún tiempo:
Era un hombre rico, poderoso, tenía exactamente todo lo que podía hacerle feliz en este mundo.Havía llegado a sus 40 años a un estado en qué la tranquilitat llenaba los minutos de sus días sin sobresaltos ni obstáculos que lo hicieran tambalearse. No obstante, no era feliz. Tenía un sueño. Quería volar.
Este hombre levantó su cabeza hacia el cielo y me dijo:"-

Yo tenía una sueño. Llegó un día en que me di cuenta de que la vida sólo consistía en hacer una apuesta. Yo hice la mía. Aposté por ser sólo aquello que me consideraba digno de ser; aposté por ser un animal más y si podía ser, un animal con alas.Aprender a volar fue la mi apuesta, y bien simple, sólo era qüestión de matamorfosis.
Pero como todas las cosas que parecen simples el comienzo no fue fácil. Había de escoger qué tendría que ser para poder después transformarme. Podía escoger entre ser un gusano o un huevo, o en todo caso también podía ser sólo una hoja de arbol, con lo cual evitaría las dificultades y el proceso de trasnformación.Lo primero que descarté fue ser la hoja de un árbol. A pesar de sus ventajas ser una hoja no era el mismo que ser un animal y además su vuelo no es autónomo y poderoso sino todo lo contrario, sería más bien un capricho de los vientos y un placer huidizo.
Por lo que respecta a la idea de ser un gusano no me acababa de convencer. Eso de tener que arrastarme y que en cualquier momento pudiese ser aplastado por alguna rueda de coche o por un zapato no me hacía mucha gracia. Y además pasar un cierto tiempo aislado dentro de de una cáscara aunque fuera de seda tampoco terminaba de convencerme.En cuanto a ser un huevo, los inconvenientes eras parecidos a los del gusano, aunque no tenía que pasar por el trauma de arrastarrame, pero más o menos era lo mismo.Cómo veía que iba pasando el tiempo y no encontraba ninguna solución que iniciara el proceso, decidí aprender. Para aprender no hay que transformarse en nada.Podía aprender tal como soy y con lo que tenía y disponía según mi pròpia morfologia.

Una vez tuve un sueño, ahora tengo una casa de pájaros. Ellos me enseñarán a volar.


-"Nunca más he sabido de aquel hombre"-. Dijo mi amigo.

Y los dos alzamos la cabeza hacia el cielo, y los dos vimos algo que volaba, quizás un pájaro, o un avión o una hoja de arbol, pero los dos quisimos creer que era aquel hombre.Me quedé pensando, siempre me ha hecho pensar mucho este amigo. Tiene eso; que me hace pensar, y ya no creo que haya de transformarme en nada que no sea ya y que al fin y al cabo esta vida sólo es una apuesta tras otra. Apostar por aquello que quieres ser o creer y saber que siempre hay alguien o alguna cosa de quién puedes aprender.